Don Quijote de la Mancha

Este al que aquí se retrata,
de barba y pelo de plata,
es Don Miguel de Cervantes,
hombre de pluma importante.
En Lepanto combatió
y una mano allí perdió.
De ahí le viene, por tanto,
lo de “manco de Lepanto”.
Por asuntos de dinero,
en la cárcel lo metieron.
Y allí a la luz de una vela,
escribió una gran novela.
Don Quijote la llamó,
y pronto fama le dio.
Nació en la Mancha este hidalgo,
dueño de caballo y galgo.
Vive con una sobrina
y un ama que le cocina.
A todas horas leía
libros de caballerías.
De leer y dormir poco,
dicen que se volvió loco.
Y quiso ser caballero,
para recorrer senderos.
Por eso buscó en cajones
y halló trastos a montones:
un escudo y una espada
y un casco con su celada.
Con rotos y raspaduras,
tuvo, por fin su armadura.
Aunque Alonso se llamaba,
él otro nombre buscaba.
Decidió ponerse un mote,
y eligió el de Don Quijote.
Una moza de una aldea
fue su dama Dulcinea.
Ensilló a un caballo viejo,
todo huesos y pellejos.
Y al caballo que eligió,
Rocinante lo llamó.
Cuando el sol amanecía,
salió de su casa un día.
Y se fue por la llanura
en busca de una aventura.
Que era un castillo creyó
una venta que allí vio.
Por la noche, junto a un pozo,
veló sus armas con gozó.
De madrugada el ventero
lo convirtió en caballero.
Va contento en rocinante,
pues ya es caballero andante.
Y ayudará al oprimido,
a viudas y desvalidos.
Quiere honrar a Dulcinea
y comienza una pelea.
Pero un mozo bruto y malo
el cuerpo le molió a palos.
Por allí acertó a pasar
un vecino del lugar.
Y al comprobar lo que pasa,
lo llevó en un asno a casa.
Ama. sobrina y el cura
le reprochan su locura.
Pero al curar sus heridas
preparó nueva salida.
Llevó consigo su lanza,
y a su lado a Sancho Panza,
Que era un pobre labrador,
bondadoso y hablador.
Busca gloria el caballero,
y el escudero, dinero.
De pronto, junto al camino,
ven unos viejos molinos.
-mira, Sancho, allí delante
unos feroces gigantes.
-¡Señor, que esos son molinos!
¡No cometáis desatinos!
Y aunque Sancho le advirtió
Don Quijote no le oyó.
Con valor y atrevimiento,
fue hacia un molino de viento.
Arremetió con su lanza
y el aspa al aire le lanza.
Don Quijote dolorido,
quedó en el suelo tendido.
También tuvo grave daño
por luchar con un rebaño.
Lucha con furia y sin tino,
contra pellejos de vino.
Y, para más emoción,
hasta se enfrentó a un león.
Otra vez en una venta,
no quiso pagar la cuenta.
Y aunque al final no pelean,
al buen Sancho lo mantean.
Unos duques, entre guiños,
los engañan como a niños.
En caballo de madera
fueron a toda carrera.
Montados en clavileño,
volaron como en un sueño.
Llevados por sus locuras,
buscan nuevas aventuras.
Si Don Quijote pelea,
piensa siempre en Dulcinea.
y Sancho piensa en Teresa,
y en vino y en buena mesa.
Pero su suerte es fatal
y todo les sale mal.
Ayuda a necesitados,
generoso y esforzado.
A presos dan libertad
y les pagan con maldad.
A cambio de sus desvelos,
terminan siempre en los suelos.
Don Quijote, cierto día,
deja la caballería.
Le van pesando los años
y también los desengaños.
Con el cuerpo magullado,
vuelve hasta el pueblo cansado.
Dice que ya no está loco,
y que se va poco a poco.
Pide un cura y testamento
y se lo dan al momento.
Se despide el caballero
de vecinos y escudero.
Y junto a sobrina y ama,
murió tranquilo en su cama.
Y aquí termina la historia
de este caballero andante,
que montado en Rocinante
alcanzó gran fama y gloria.
Texto de Carlos Reviejo